La mayoría de las personas viven de cheque en cheque por lo que, en algún momento, han enfrentado déficits financieros. Sin embargo, cuando se vuelve permanente puede generar estrés financiero con serias consecuencias en su salud financiera, mental y física: ansiedad, insomnio, depresión, ideas suicidas, presión arterial elevada, y obesidad o pérdida de peso, entre otras.
Algunos factores desencadenantes de estrés financiero son gastar más de lo que se gana, incurrir en niveles de deuda inmanejables, perder el empleo, enfrentar gastos imprevistos, y la adicción a juegos de azar y apuestas.
Todo problema tiene solución
Probablemente los problemas financieros de una persona sean muy severos y no se resolverán de la noche a la mañana, pero preocuparse no es la solución. Lo mejor es actuar:
Al desagregar todos los gastos e ingresos elaborando un presupuesto se pueden saber los rubros en los que se está yendo el dinero, y si son gastos que se pueden reducir o eliminar. También brinda información para elaborar una estrategia que redirija el gasto a las áreas que están generando estrés y, con ello, reequilibrar las finanzas.
Cuando se tiene una fuente de ingreso única se es más susceptible de ser presa del estrés. Diversificar ingresos capitalizando habilidades o conocimientos, buscar un empleo complementario o sumar a la pareja a la generación de recursos puede ser parte de la solución.
Reinventarse, dejar atrás creencias y hábitos dañinos, y hacerse consciente del dinero que se tiene y de cómo se gasta es la mejor manera de establecer una relación sana con el dinero. Para lograrlo, es preciso mejorar la cultura financiera, desarrollar nuevos hábitos y tomar decisiones financieras informadas.
Una vez reequilibradas las finanzas es momento de conformar un fondo para emergencias -suficiente para cubrir tres o seis meses de gastos- que permita manejar los desafíos financieros que se presenten.